Ana Hatherly |
Por Cristina Bravo Montecinos
Este Dracma del escritor Sebastián Figueroa (Yumbel, 1984) que ha
llegado a mis manos, acuñado unas cientos de veces, circula movilizando varias
interrogantes en torno al valor del libro/material, al del
poeta/autor/productor, como también al del contenido/producto del ejercicio de
la escritura/producción. En la transa de estas relaciones y espacios de
discusión sobre el lugar del arte en un contexto económico capitalista, parece
difuminarse la imagen de autor y de sujeto poético, postulando la complejidad y
las limitantes de quien se las emprende con este oficio precario.
En el “Proemio” se dirige
directamente a un “querido lector” en un tono confesional y satírico, mediante el
que relata o vocifera sus penurias:
“Querido lector:
Te presento mi
charlatanería
el registro
completo
de mis pobres
finanzas”
Se repite constantemente la idea del poeta como charlatán, como pillo
que debe rebuscárselas en un mundo hostil para sobrevivir:
“con enredos
financieros
horarios
extendidos
y recitales de
poesía
que hacían
sangrar los oídos”
Así como el dracma griego (que
recorrió varias polis) o cualquier moneda o divisa en la actualidad, esta
escritura se moviliza en un intercambio poético y comercial, en el que la
astucia del escritor derrotado calcula las palabras, su valor para trocar la
posibilidad de una economía y una dignidad.
Hay palabras que son oídas y otras que no. ¿Qué las diferencia? “Esta
es mi obra y mi ruina”. En esta escritura, se cuestiona el saldo de una deuda o
más bien el contraer una. Diógenes, Adam Smith, Ezra Pound, Xu Lizhi son las referencias
convocadas a Dracma, autores que, a
lo largo de la historia de las ideas y la poesía, interpelan el rol del poeta con
respecto al Estado en un debate no saldado aún.
[Selección de Dracma]
Sebastián Figueroa
PROEMIO
Querido
lector:
Te presento
mi charlatanería
el registro
completo
de mis
pobres finanzas.
Te presento
a la precariedad
cuando al
rodar falla la piedra
y se levanta
el polvo
de la letra
escrita por mis pies.
Esta es mi
obra y mi ruina.
La escribí
como ejercicio mental
para matar
la apatía de oso
pero ahora
la transo
como la
bolsa por la vida.
Te presento
lo que llamo
mi moneda
originaria
el ancla
mohosa de mi deuda:
dos o tres o
cuatro
formas de
escribir
la palabra
arribismo.
Todo lo doy
a cambio de
tu integridad
burocrática.
Si no basta
te ofrezco
mi casa y
mis libros
esta cara de
palo
mi público
oportunismo.
CAMINO A LAS
RUINAS DE CATAMUTÚN
a K. A. M.
Viajamos de
Valdivia a La Unión
siguiendo
los contornos
de las
grutas abandonadas.
Pasamos por
Rapaco
pero yo
confundo
Rapaco con
Rapallo
–ciudad de la
provincia
de Génova en
Italia–
y pienso en
Ezra Pound
viajando por
la costa
durante la
república de Saló.
Rapaco es un
desvío
de Tres
Ventanas
por donde
pasa una micro
recogiendo
los fantasmas
de las minas
de carbón.
Las praderas
que colindan
con
Catamutún
adormecen el
párpado
y se cuajan
en negro escupo.
Cada día que
pasa en Rapallo
Pound escribe
poemas más raros:
Lienzos orientales
con escenas
amatorias
protagonizadas por
banqueros.
La playa
oxidada de Rapaco
es un lugar
apropiado
para unas
garzas flacuchentas
que miran
ponerse el sol.
El polvo
vibra
sobre las
máquinas detenidas.
Una mujer se
decolora
en la
portada
de un
calendario del año 85.
Pound fue
granjero
pero bien
pudo ser
pirquinero
lavalozas
o promotor
de políticas culturales
durante el
régimen
de
Mussolini.
En Rapaco
sólo queda
un río
fétido
de peces
inmóviles.
Aquí –ahora
lo sé–
cerca de
estos ríos y estos valles
Pound vivió
su exilio imaginario.
Quizá el
poeta se confundió de barco
y en vez de
llegar al mediterráneo
recaló en
San Juan de la Costa.
Amparado por
mapuche
generosos
como un tronco de alerce
Pound
recorrió bares y plazas
sorprendido
de cuánto había cambiado
el idioma de
Petrarca.
La
desesperación le sobrevino
con los pies
empantanados en el camino
hacia las
minas de Catamutún.
Allí fue
cuando pensó en la palabra
dignidad
y en
quitarse la vergüenza
con una
explosión
de gas
grisú.
TERCER POEMA DE ADAM SMITH
De todos los animales que se pueden criar como
ganado, el cerdo es el mejor de todos, pues puede
alimentarse de puro desperdicio y al matarlo
entrega sólo beneficios a su dueño.
CUENTAS
AMATORIAS
a A. T. M.
Yo le di a
ella dos años
de
jardinería avanzada
ella me
entregó diez lecciones
del más
básico francés
yo le di a
ella un perro negro
y ella me
regaló un ciempiés.
Compramos
una casa de verano
y nunca más
tuvimos frío
ni hambre ni
sed.
Mas un día
llegó
el inspector
de hacienda
a cobrarnos
impuestos
por estos
privilegios.
Y con la
auditoría
nos fuimos a
la quiebra.
Intentamos
rescates financieros
con créditos
usureros
de bancos
malparidos.
Entraron nuevos
socios
y
amortizaron las deudas
pero el
consejero económico
y hasta el síndico de quiebra
recomendaron
entregar la empresa
al control
de los trabajadores.
Entonces
regalamos al perro
y liberamos
al ciempiés.
Hubo abrazos
y discursos
pero me
arrepiento
de tanto
lloriqueo.
Bajo la
apresurada
sombra de
los imitadores
ella me dijo
adiós
yo le dije
estuvo bien
no fue mal
negocio
y dividimos
las pérdidas
como si
fueran ganancias.
Sebastián Figueroa (Yumbel,
1984)
Sebastián Figueroa es profesor de literatura latinoamericana y poeta. Posee un Doctorado en Estudios Hispánicos por la Universidad de Pensilvania. Ensayos suyos han aparecido en las revistas Ecozon@, Revista Chilena de Literatura, Taller de Letras, Estudios Filológicos y Tekoporá. En 2016 publicó el libro de poemas Dracma (Ediciones Serifa, Valdivia). Actualmente es becario postdoctoral en el King Juan Carlos I of Spain Center de la Universidad de Nueva York. Se encuentra preparando la publicación de dos manuscritos: un estudio sobre literatura y extractivismo en América Latina y la plaquette de poesía Schuylkill.